Paul Lamontagne nació en Chicopee, al oeste de Massachusetts. Vivió una infancia “bastante contenta”, como él mismo dice, junto a sus padres y sus dos hermanos mayores: Richard y Gerald.
Estudió pedagogía en idiomas, pues le “gusta trabajar con adoulescentes, enseniar languas”, como expresa al recordar su vocación. Estudió francés y español, pero era el español lo más demandado cuando empezó a trabajar en 1977. Para su primer empleo, tuvo que mudarse a 50 millas de Chicopee, separándose por primera vez de su familia.
“Ensenio treinta anios y, más o menos, cuatro o cinco he enseniado solamente francés” recuerda Paul. A lo largo de los años ha seguido estudiando y es experto en lo que son las “inteligencias múltiples”, como él lo traduce. Fue por esto que obtuvo la beca Fulbright. Así lo recuerda:
“Hice aplicación para lo que se iama la beca Fulbright, que es beca para profesores de intercambio y escogí, primero, Argentino, segundo... perdón... escogí primero a Chile, segundo Argentino, tercero Méjicou y... teníe que entrevistar un comité de Fulbright y decidieron enviarme a Chile y a Santiago, al Instito Nacional”
Cuando llegó al país, sabía “muy poco de la cultura chilena”, pero conocía “algo de Aiende y de la dictadura y todo esto y sabía también que había democracia desde muchos anios y que era un país bastante estable”.
En la primera semana que pasó en Chile, se juntó con los demás profesores becados estadounidenses y con los chilenos a los cuales iban a reemplazar. Paul relata que en ese momento se dio cuenta de la actitud chilena:
“Me sorprendí la falta de... amistad o de... como se dice en inglés, warmth (candor), de personalidad, que parecían bastante distantes y... no sé. Falta, también, de entender realmente cómo eran los norteamericanos, cómo podían ayudar, no tenían el espíritu de ayudar. Juntos los norteamericanos, éramos cinco, fuimos más un espíritu de cooperación entre nosotros.”
Preguntó muchas veces a sus colegas chilenos a dónde viajar y comenta que se sorprendió al ver que no sabían qué sugerir. Según su opinión, no lo sabían porque no conocían de otros países, ni siquiera de ciudades fuera de Santiago, ya que no viajaban. Él sugiere que esta es la razón por la cual los chilenos son reservados, pues “al viajar se aprende mucho”. Fiel a esta idea, en su estadía, visitó parte de Chile y Sudamérica.
Paul ahora vive en Washington, sigue viajando por Estados Unidos constantemente y hace poco fue a China y Japón. Mantiene contacto con algunos de sus alumnos chilenos, a través de mail y Messenger.
Estudió pedagogía en idiomas, pues le “gusta trabajar con adoulescentes, enseniar languas”, como expresa al recordar su vocación. Estudió francés y español, pero era el español lo más demandado cuando empezó a trabajar en 1977. Para su primer empleo, tuvo que mudarse a 50 millas de Chicopee, separándose por primera vez de su familia.
“Ensenio treinta anios y, más o menos, cuatro o cinco he enseniado solamente francés” recuerda Paul. A lo largo de los años ha seguido estudiando y es experto en lo que son las “inteligencias múltiples”, como él lo traduce. Fue por esto que obtuvo la beca Fulbright. Así lo recuerda:
“Hice aplicación para lo que se iama la beca Fulbright, que es beca para profesores de intercambio y escogí, primero, Argentino, segundo... perdón... escogí primero a Chile, segundo Argentino, tercero Méjicou y... teníe que entrevistar un comité de Fulbright y decidieron enviarme a Chile y a Santiago, al Instito Nacional”
Cuando llegó al país, sabía “muy poco de la cultura chilena”, pero conocía “algo de Aiende y de la dictadura y todo esto y sabía también que había democracia desde muchos anios y que era un país bastante estable”.
En la primera semana que pasó en Chile, se juntó con los demás profesores becados estadounidenses y con los chilenos a los cuales iban a reemplazar. Paul relata que en ese momento se dio cuenta de la actitud chilena:
“Me sorprendí la falta de... amistad o de... como se dice en inglés, warmth (candor), de personalidad, que parecían bastante distantes y... no sé. Falta, también, de entender realmente cómo eran los norteamericanos, cómo podían ayudar, no tenían el espíritu de ayudar. Juntos los norteamericanos, éramos cinco, fuimos más un espíritu de cooperación entre nosotros.”
Preguntó muchas veces a sus colegas chilenos a dónde viajar y comenta que se sorprendió al ver que no sabían qué sugerir. Según su opinión, no lo sabían porque no conocían de otros países, ni siquiera de ciudades fuera de Santiago, ya que no viajaban. Él sugiere que esta es la razón por la cual los chilenos son reservados, pues “al viajar se aprende mucho”. Fiel a esta idea, en su estadía, visitó parte de Chile y Sudamérica.
Paul ahora vive en Washington, sigue viajando por Estados Unidos constantemente y hace poco fue a China y Japón. Mantiene contacto con algunos de sus alumnos chilenos, a través de mail y Messenger.
Nota: 5.7, algo que sobraba me dijeron.
2 comentarios:
no entiendo :s
soy tonto.
Estuve al lado de xupi cuando leyó este cuento, y aunque sus ojos parecían mirar las letras la verdad es que no se esforzó en unirlas en palabras y frases, no es tontito, pero tampoco te lo tomes personal, Jaime.
Buen cuento y disculpa a xupi ):
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