miércoles, 16 de julio de 2008

Miércoles de Cuentos: A veces el Colegio de Periodistas tiene razón


Inspirado en Don Juan de Dios Vial Larraín. Un facho.

Javier corre por las calles del centro de Santiago, seguido de cerca por su madre. La Pequeña Gigante ya ha despertado frente al Palacio de la Moneda y ha empezado su viaje para atrapar al Rinoceronte.
Por distintas pistas, recibidas desde varias fuentes, Javier sabía que la Pequeña Gigante se dirigiría a la Plaza de Armas. Los tacones de la madre de Javier resuenan contra el asfalto mientras corren, siguiendo a la maravilla francesa. A lo lejos pueden ver las barreras y las filas de carabineros resguardando a la gente que corría para allá.
La Pequeña Gigante se detiene en la Plaza de Armas y ve una jaula cubierta por una manta azul y rodeada por unos guardias circenses, también vestidos de azul. Javier se sube a una de las bancas de la Plaza para ver la figura de madera, después ayuda a su madre para que también suba y los vea. Un carabinero los ve y les pide que se bajen.
Javier y su madre están corriendo otra vez, alejándose de la Plaza de Armas en dirección a la Estación Mapocho, donde se descubriría finalmente la jaula, mostrando al Rinoceronte atrapado. La gente, igualmente informada que ellos, corría también, dejando atrás su edad o su madurez, no importa nada frente a este evento, todos son niños, todos vuelven a ser verdaderos.
Hay barreras de metal alrededor de la Estación Mapocho, carabineros resguardan los bordes, la gente se amontona contra las barreras, pero Javier y su madre vienen desde el otro lado, por lo que están en la calle por la que pasará la Pequeña Gigante, una posición privilegiada, pensando en que todas las otras personas están del otro lado de la barrera.
Tratando de evitar problemas, Javier y su madre se ponen contra la barrera metálica, subiéndose a un borde de la vereda, tratando de no entorpecer el futuro paso de la gigante marioneta de madera. Un carabinero está al lado de ellos y les pide que salgan de ahí. La madre de Javier responde:
- ¿Por qué, si no estamos molestando a nadie? Estamos encima de la vereda.
- Por favor, salga señora. - replica el carabinero, ahora con un tono mucho más duro y fuerte.
- No molestamos a nadie. - dice de nuevo la madre, mientras escucha cómo se acerca la Pequeña Gigante.
- Mamá, - dice Javier - salgamos de acá, sabré yo cómo son los pacos, estos pegan el palo altiro. En las protestas de año pasado siempre pasaba, uno no hacía nada y ¡bam! Para adentro.
El carabinero lanzó una mirada venenosa a Javier, mientras la madre le decía a su hijo que no se moverían de allí. La Pequeña Gigante aparece, la madre de Javier la mira embelesada, mientras la muñeca parpadea, abre la boca y camina en dirección a la jaula cubierta, que ya ha llegado al frontis de la Estación. Javier también estuvo mirándola, hasta que sintió que alguien le tocaba el hombro.
Se dio vuelta y vio cómo el carabinero sonreía, con su luma en la mano y le decía:
- Te creí muy choro vo’ y soi terrible pollo...
Y golpeó en la cabeza a Javier con la luma. Él cayó sin ruido al suelo, su cabeza se había abierto y sangraba copiosamente, un charco de sangre se extendía por el asfalto, justo por donde había pasado la Pequeña Gigante.
Javier vivió, pero sólo por quince segundos más, fue el tacón del zapato de su madre el que atravesó su cuello y terminó con su vida.

Nota: 6, si... claro, con un profe numerario y admirador de J. Guzmán, quién se saca 7s.

2 comentarios:

papi dijo...

FuCk Da pOLicE!!!!!!!

Estai escribiendo mejor con el tiempo y no ha pasado mucho.

Jaime Grijalba dijo...

Yeah B!

Gracias.