Aquí termina.
Es medianoche del lunes, despierto listo para la lucha. Me dan un rifle francotirador de la Asociación de Asesinos, los más activos en la tarea de salir de este mundo. Se han preparado varios magos oscuros para llevarnos para el lugar de la batalla, volando. Yo necesitaba que alguien me guiara, pues ya podía llegar para allá volando. Afuera de la asociación de caballeros, el pueblo era un hervidero: magos lanzaban hechizos para volar a sus compañeros, caballeros en fila esperando llenar sus morrales de vendas y otros implementos, asesinos revisando su polvora y realizando tiros de prueba y yo mirando alrededor, atónito, viendo cómo se siente el fulgor de la batalla aproximarse. A lo lejos se podía ver unas figuras oscuras, flotando, parecían dementores, venían para acá. Le pregunté al caballero que me había traído para acá que me dijera qué era, me miró con cara asustada y gritó a todos los que estaban ahí:
- ¡Atención! ¡Ya vienen! Hora de partir.
Los magos se apuraron con los hechizos y rápidamente el lugar se iba vaciando. Yo tomé al caballero, el cual a su vez tomó al niño y volamos en dirección a la cual todos volaban.
Esquivando árboles nos acercamos más y más a un edificio redondo y enorme, donde una batalla campal se llevaba a cabo: todos luchaban contra esos espectros y contra unos monstruos que llevaban una clase de cadena en el cuello. Apunte cuidadosamente con mi rifle y disparé en contra de uno de los monstruos, el cual al caer desapareció. Dejé en ese espacio al caballero y al niño, le di el rifle y emùñé mi varita, lanzando maldiciones a diestra y siniestra. De pronto uno de esos espectros se me acercó, empuñando su arma: una garra metálica, extensible gracias a una cadena. Le lancé una maldición asesina pero fue inservible: la figura lo recibió de lleno pero siguió avanzando. ¿Qué clase de criatura sobrevive a un Avada Kedabra? Me alejé pronto de ahí y me acerqué más al edificio, desde donde salían esos monstruos con una cadena en el cuello. De pronto, me quedé helado.
Comandando a los monstruos, mirándome fijamente, riéndose de la matanza que iba dejando estaba él... el autor.
Sé que no era él, era su versión de otro mundo... pero era despiadado, sabía quién era yo, me miró fijo y me dijo:
- Vete.
Y así aparecí en Inglaterra, donde ahora escribo esto. Es martes, diez de la noche, me tomará una hora llegar a Chile donde dejaré esto. Sé que no me creerán.
Con razón todo era tan familiar... yo creé ese mundo.