Una clásica historia de fantasmas, de eso sí sabe el cine de terror de los años 40, que lanzaba de estos "chillers" en avalanchas cada año, principalmente debido a la moda que empezaba a tener lo sobrenatural y el espiritismo entre los comunes de la gente, y además por la imposibilidad de mostrar monstruos muy escabrosos (los de Universal pulularon los años 30, mientras que volverían a aparecer en su forma más grotesca y sicológica-social en los años 50), aparte de lo que es inherente a la sociedad dentro de la trama de las cintas de fantasmas, implican un pasado no resuelto y que vuelve a atormentar a las familias "bien", es decir, que de alguna manera la enorme cantidad de las cintas de los años 40 se corresponde a una necesidad de los artistas audiovisuales para decir que las familias moralmente perfectas esconden dentro de su ADN algo corrupto, oscuro y poderoso, algo que puede despertar y explotar en cualquier momento. De alguna manera, esta película viene a ser uno de los tantos ejemplos de ese tipo de problemas familiares ocultos y que se manifestan con la presencia fantasmal, pero en este caso que afecta no sólo a los que pululan la casa, sino peculiarmente a un pariente directo del fantasma, su propia hija, en este caso, una mujer susceptible a todo este tipo de eventos, que cree en la presencia fantasmagórica de su madre antes cualquier otro, es decir, antes de que nos muestren en pantalla un espectro lechoso que se mueve y vuela por las habitaciones, un efecto bastante divertido y avanzado para la época.
La trama parte con una pareja de hermanos (hermano y hermana) que pasea cerca de una mansión completamente abandonada, la cual gusta y decide ser comprada por ellos para vivir y desarrollar sus proyectos personales, pero los dueños de la casa tienen palabras de advertencia, como siempre, para darle una razón al tan castigado precio que tiene. Luego viene la presencia de la nieta del dueño de la casa, quien siente la presencia de su madre, la cual lentamente la llevará a que todos piensen que está mentalmente trastornada, a medida que la presencia del espectro se hace cada vez más obvia y referente hacia el origen de su propia hija y las circunstancias tras su propia muerte. A través de una serie de clásicas escenas, la película logra contar narrativamente una historia que fácilmente podría volverse inmensamente compleja, y aunque la enorme cantidad de información dada al final para atar todos los cabos puede ser demasiada y no dejar muy claro el panorama, finalmente nos encontramos ante una pieza competente: bien actuada, bien filmada, con eventos clásicos llevados de buena forma (una sesión de espiritismo, la visita al viejo testigo del crimen) y que logra dar un panorama de cómo eran los chillers de los años 40. El problema, es poco más que eso.
7/10
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