Primer día y empezamos bien, tenemos una cinta que no he visto (y mucho menos conocía) producida por Roger Corman dada por James Rolfe en una crítica precisa que tienen acá.Veanla y yo, por mi parte, les digo qué tal.
Estamos ante una locura ochentera, una película con una premisa muy interesante y una ejecución peculiarmente cuidada dentro de su bajo presupuesto, pero que se cae bajo el propio peso del frío misterio, la modorra y el desaprovechamiento completo de la premisa anteriormente mencionada y que resulta tan atractiva en teoría. El asunto es que un grupo de astronautas del espacio exterior son comandados en una sociedad post-fascista por un hombre post-humano al que sólo se le llama "The Master" (no confundir con la nueva película de Paul Thomas Anderson) que controla la voluntad y el destino de quienes se encuentran a su disposición. Una vez que una astronave choca y se destroza en un extraño planeta, el Master manda a un grupo de rescate para realizarlo, es entonces donde nos encontramos con el crew más diverso de la historia... no realmente, mas bien se trata del crew más pobremente dibujado de la historia (menos, pero están muy mal caracterizados) donde actúan y demuestran sus debilidades a los primeros segundos de la historia (vamos que cualquiera puede cometer ese error, "Prometheus" (2012) hacía lo mismo con su crew, donde no llegábamos a conocer a nadie salvo por grandes clichés que se ponían en evidencia en su primer diálogo), pero lo hace por una razón poderosa, es fundamental para la trama central y neurálgica que nos quieren contar.
Aunque nunca se explica bien del todo (mas bien se supone, y creo que esa es la mayor falta de la película, envolver en un misterio innecesario lo fundamental que es necesario entender sobre los riesgos que corre el grupo), lo que sucede es que en el planeta extraterrestre hay una estructura erigida que parece tener efecto en nuestro grupo de la siguiente manera: vuelve real sus peores pesadillas. Es entonces que, usando las características recién entregadas a los personajes una escena antes, tenemos que son matados por extrañas criaturas de acuerdo a sus miedos, establecidos claramente y estupidamente en la escena anterior. Entonces tenemos a la chica que le teme a los gusanos es, entonces, violada por un gusano gigante... ok. O un tipo obsesionado por un cuchillo de cristal (Sid Haig), el cristal se le mete al brazo por las venas (no pregunten cómo), simulando o haciendo una referencia metafórica al uso de drogas, para luego golpear su brazo para cortarlo (no pregunten cómo), sólo para que el brazo vuelva a la vida (no pregunten cómo) y lance la cuchilla al pecho de Sid Haig (no pregunten cómo). Y así, vamos construyendo y destruyendo, como en los peores slashers, una cuenta de cuerpos alta para mantener al público feliz... y yo me mantuve feliz porque las muertes y efectos especiales son creativos, excelentes y sorprendentes para 1981. Lo mismo ocurre con las decoraciones, los interiores y los paisajes alienígenos, de un nivel sorprendente para una película que, supuestamente, habría costado 700.000 dólares. Producida por Roger Corman uno puede encontrar originalidad dentro de la obvia copia a "Alien" (1978) que se encuentra tras la realización de la cinta.
La película gana mucho por sus ideas, pero lo mata cuando mata a los personajes de maneras creativas pero igualmente confusas, no llegamos a comprender al 100% por qué ese vendría a ser su peor miedo y por qué es así como mueren, en ese sentido, habría sido feliz con 15 minutos más de interacción entre los personajes para crear un buen drama entre ellos, establecer sus miedos de modos menos obvios y llegar así al punto más alto posible que podría haber alcanzado la cinta. Finalmente el final se transforma en los peores momentos debido a algo poco satisfactorio que suena a recopilación y luego a final ochentero típico que introduce a una secuela que nunca vino. La cinta es linda de ver, pero la historia, pese a su interés deja mucho que desear en muchos elementos.
6/10
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